Después de ser construido, un avión se entrega cubierto con múltiples capas de imprimación básica, que tiene unas gamas cromáticas poco atractivas que pueden alternar entre marrones y verdes. Esta imprimación cumple el doble propósito de preservar la superficie del metal y mejorar la adhesión posterior de la pintura. Más tarde, se puede aplicar la pintura final y los vinilos (en algunas situaciones), o se pueden realizar logotipos para dar a la aeronave una identidad corporativa.
Normalmente, la fábrica solo suministra los colores finales y el logotipo junto con la deriva vertical de la cola. Estas operaciones particulares de pintura se realizan en hangares de gran tamaño equipados con las herramientas necesarias para aplicar la pintura a la temperatura ideal y sin corrientes de aire, lo que garantiza la calidad del acabado.
Lijar la superficie para eliminar la suciedad o la grasa adherida es el primer paso para colorear un avión nuevo después de salir de la fábrica. El exterior del avión recibe color y vitalidad una vez que el fuselaje se ha limpiado a fondo. Para dar a los colores una mayor protección contra el agua y el polvo después de la aplicación del color, a menudo se añaden capas de barniz transparente.
Al repintar un avión es necesario que decapes todo el aparato para eliminar la pintura vieja y poder aplicar la nueva.
Duración de la pintura
Debido a la exposición diaria a grandes cantidades de radiación UV (ultravioleta) y a las importantes variaciones de temperatura, la pintura de los aviones pierde gradualmente sus cualidades.
Además, la pintura envejece debido al lavado, al uso de agentes descongelantes o al mismo resultado de la fricción del aire. Según el estado del avión, se aconseja que lo repintes cada cinco u ocho años.
